jueves, 17 de marzo de 2011

Estaba pensando en tí.

Me llamas, me invitas a pasar una tarde con los demás. Ni me lo pienso dos veces, cojo un chaqueta y espero impaciente a que me avises. No sé por qué tiemblo... No sé si es la emoción de ver algo nuevo o de volver a verte a tí después de dos semanas largas. No sé, no quiero pensar que sea por lo segundo, aunque por instantes, sí que lo pienso. Me das un toque y quiero hacerte esperar, pero es imposible, imposible de verdad, así que bajo corriendo. Llegas y me recoges, estás tan genial como siempre. Quizá con el pelo un poco más largo, así tal y como me gusta. Me saludas, te pregunto que dónde vamos, y dónde están los otros, y qué vamos a hacer... Lo sé, lo sé, perdona, no te gustan tantas preguntas a la vez. Pero me respondes que es una sorpresa, que no puedes decirme nada. Intento insistirte, pero me conoces, así que me callas y empiezas a hablar. Llegamos, qué bonito parque has elegido. No hay nadie, era esa cita que tanto tiempo llevabas planeando. Empiezas a hablarme, empezamos a hablar de cómo nos ha ido en este tiempo y, después, de cosas más personales. Estaba pensando en acercarme y darte un beso en la mejilla. Todavía no me atreví...
No sabía qué contarte que no te hubiese contado ya. Empiezas a picarme, y lo consigues claro, cómo no. Pero esta vez has hecho  que me cabree de verdad, quizá te hayas pasado un poco. Te grito, me gritas, y me pongo nerviosa. Siempre acabamos así. Con lo bien que iba la tarde. Seguimos gritando durante un rato, estoy a punto de llorar, parece que no te importa... Te insulto, me insultas, me hace daño, intento que no se note, vuelvo a insultarte... Me coges y me besas. Me abrazas. Me dices que nunca volverás a decir esas cosas, que lo sientes, que has sido un estúpido... Cállate y bésame. Con eso te prometo que lo arreglas.
Luego, vinieron un par de caricias inocentes y un par de besos pasados de control. Y, creo que aquí, ya sobran las palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario