domingo, 31 de julio de 2011

Sé que lo harás.

Búscame cuando te apetezca, cuando notes que me echas de menos, cuando te mueras de ganas de tenerme. Búscame cuando no tengas a nadie que te diga que te quiere. Búscame cuando eches en falta las risas, las caricias que erizan la piel, las conversaciones sin rumbo, los abrazos en los malos momentos y las locuras. Búscame cuando necesites alguien que te sorprenda, cuando te des cuenta que nadie tiene esos detalles. Búscame cuando necesites que te digan lo especial que eres, lo bonita que es tu sonrisa, lo bien que lo haces y lo guapo que estás cuando te concentras. Búscame cuando mires el móvil esperando una llamada que ya no llega, cuando salgas y sin darte cuenta me busques con la mirada entre la gente, cuando inesperadamente alguien te toque la espalda y al girarte esperes que sea yo. Búscame cuando necesites cerillas para encender lo que se ha apagado, cuando mis ojos ya no te pidan guerra, cuando las discusiones sean aburridas y los días rutinarios. Búscame cuando las canciones carezcan de significado. Búscame cuando recuerdes los buenos momentos y te arrepientas de no tenerlos ahora. Búscame cuando tú ego necesite que le supliquen desesperadamente cariño, pero sobre todo cuando quieras suplicarlo tú.

¿Celos?

¿Hablamos de celos? Vale, pues empezaré a decirte a todo lo que soy celosa:
Soy celosa al aire por rozar cada mañana tu cara, tu pelo; soy celosa del agua que roza tu piel; soy celosa al sol por alumbrarte cada día; soy celosa de las sábanas de tu cama por rozar tu piel cada noche; soy celosa de la noche por acompañarte mientras que duermes; soy celosa de la mirada de mucha gente por poder observarte cada día; soy celosa de las teclas del teclado por cada vez que te tocan al escribir cualquier palabra; soy celosa de todo el mundo que te observa todos los días. Soy celosa de todo eso y más porque me importas. Tengo envidia a toda esa gente que puede estar día tras día contigo y compartir contigo los mejores momentos de tu vida.

viernes, 29 de julio de 2011

Y es que no sé nada.

Sé tan poquito de la vida, y lo poquito que sé es de errores. De esos que me prometo que nunca más cometeré, y cometo siempre. Sé tan poquito del mundo, de los lugares, del hambre, de la pobreza, tan poquito. Que me creo cualquier cosa que pueda salir en las noticias, o en los periódicos de todos los días. Sé tan poquito de la ciencia. Del movimiento de los planetas, de la química cuántica, y de todas esas cosas que llevan números. Sé poquito de las calles, y de las aceras de las grandes ciudades. De los puentes que cruzan grandes mares, sé tan poquito. Conozco bien las cuatro paredes de este barrio, cada rincón que esconde alguna historia de amor, algún enfado, celos, bromas, algún beso, rincones de secretos... Que se quedarán ahí por siempre.
Conozco el dolor, y la horrible sensación de echar de menos. Lo bonito de los abrazos y lo triste que te sientes cuando te faltan; los besos y su sabor, y su calor... Conozco bien este cielo que algún día veré desde algún otro lugar, tal vez lejano, cerca de alguien. En lo alto de alguna torre, o de algún puente, de esos que tan poquito conozco. Sé del mar. Y de la tranquilidad que me ofrece, del descanso y las ansias de vida que me da mirar y no saber donde acaba, y no encontrar su fin. Conozco la amistad. La confidencialidad, y la fidelidad. Sé algo de la sinceridad y del cariño, conozco el amor de madre, y la emoción de cuando un bebé aprieta tus dedos. Sé de las sonrisas y la felicidad, y es cierto que es la chispa necesaria para cada día.
Sé qué es caerse y sentir que no puedes levantarte. Pero también sé que si hoy estoy escribiendo esto es porque ya más de una vez me he caído, y más de dos me he levantado. Y seguiré haciéndolo, porque aún hay alguien que confía y sabe que puedo levantarme aún cuando no tengo fuerza. Porque aún, creo en mí misma.

domingo, 17 de julio de 2011

Se me da bien.

Y a pesar de todo he vuelto. Me faltaban las ganas de venir aquí y dejar todo lo que quiero allí, pero nada dura eternamente, y esto no iba a ser menos. Y ahora no sé qué quiero. Ni si quiera sé lo que está pasando. Cada vez entiendo menos. Miento; lo entiendo todo de una manera horriblemente clara, pero no me gusta aceptar lo que no quiero. Supongo que eso es lo que pasa ahora, y lo que ha pasado siempre. Odio estas situaciones, de verdad que las odio; pero supongo que le odio más a él.
No quiero pensar más. Lo tenga que pasar, que pase, y punto. Lo aceptaré, aunque no me guste. Y sonreiré, como siempre hago.