lunes, 7 de marzo de 2011

Ahora es diferente.

Pff...
Qué nivel de sobrecarga.
Pero un día te das cuenta. Te das cuenta de que no es verdad, de que el chico mono por el que estabas coladita, aunque mejor sería decir encaprichada, no es por quien estás coladita en realidad. Te das cuenta cuando alguien te pregunta: "Oye, ¿y de chicos qué tal?"; y tú contestas entonces que "como siempre, aunque hay un chico muy mono...". Y es verdad, ese chico será muy mono y todo lo que tú quieras, pero pasa de tí, y te enfadas con el mundo porque piensas "¿qué he hecho mal?", cuando en realidad no has hecho nada, porque ni si quiera has hablado con él, no habéis mantenido una conversación de más de seis palabras. No le importas. Pero te da igual, llegas a casa y te pones a pensar en él... Pero piensas, y te das cuenta de que por él no hay nada, y sin embargo hay un nuevo sentimiento del que tú no tenías ni idea. Y resulta que acabas pensando en otro. Uno que ni te imaginabas que podría estar en esa situación, porque desde el principio fue el típico graciosillo que te pica, que te hace bromas, que habla todo el rato contigo, que en cuanto hablas con alguien él ya está metido en vuestra conversación y acabas por hablar con él y no con la otra persona y además de cosas que no tienen nada que ver, que te cabrea porque es un estúpido, que te saca una sonrisa en cualquier momento, pero que acaba siendo el más maduro, el que más bonita tiene la sonrisa, el que más recuerdas, el más inteligente, el que tiene dos dedos de frente...
Ese chico del que ahora no puedo evitar quitar la mirada. 
Y le odio, porque por su culpa no puedo estudiar ni concentrarme ni ver nada que no sea su sonrisa ni puedo dejar de estar pendiente de él...

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